Por José Díaz Madrigal
Fue el profesor Rodolfo Espino Hidalgo el maestro de inglés durante los tres años de secundaria. En la Federal, como se le llamaba entonces. A todas sus clases les imprimía un talento propio de los educadores que se esfuerzan, por verdaderamente enseñar a los alumnos. De carácter alegre, alivianado y ocurrente; para darse a conocer en su presentación en la primera clase, nos comentó que era originario de Puebla y, que una vez que terminó la especialidad para ser profesor de inglés, se acercó a las oficinas centrales de la SEP en la ciudad de México, para ver sí le daban trabajo ya como maestro especializado.
Contaba que eran tantos los educadores de distintas materias que iban a esa oficina, con el fin de que los contrataran, que se vió en la necesidad de regresar varias veces al mismo lugar; de tal modo que se dió cuenta que a muchos no los contrataban. Para cuando tuvo la suerte de que lo recibiera el encargado de las contrataciones, lo primero que le preguntó fue cual era la materia que quería impartir. Cuando le respondió que inglés, de inmediato le contestó ¡ah! De eso me hacen falta. Te ofrezco una plaza en Colima.
Por lo simpático y divertido, con detalle nos describió aquella escena de manera chusca: ¡chin! ¿Dónde chingaos está Colima? En un muro lateral, junto a un escritorio había un mapa grande de la República Mexicana, colgado en esa pared. Cuando me arrimé para buscar donde quedaba Colima, el hombre que estaba sentado en el escritorio; un tipo maduro con lentes gruesos, muy serio me pregunta -¿en dónde le tocó preofe?- en Colima, le contesté, -Colima, mira ese estado es tan chiquito que una vez que fui para allá en mi coche, entré por Jalisco, pero resulta que no alcancé a frenar y me voy de corte llegando otra vez a Jalisco, puesto que lo tiene rodeado. Cuando terminó de decidir la última palabra, asomaba una risilla detrás de sus lentes gordos. Así de ameno y agradable eran las clases del profesor Espino.
Dentro del programa de enseñanza de inglés, de lo primero que nos instruyó, fue aprender los pronombres, después nos enseñó el uso del verbo más empleado en la lengua de Shakespeare, to be, más tarde nos hizo una lista de verbos irregulares y su conjugación. Aparte explicaba que la técnica para mejor aprenderlos, era recitarlos como sí estuviéramos tarareando una tonada de canción. De ese modo -decía- es menos posible que se olviden, por ejemplo el verbo empezar es: begin, began y begun; olvidar es forget, forgot y forgotten; despertar es wake, WOKE y woken; y así sucesivamente canturreando los aprendimos.
A propósito del último verbo, despertar, wake que en pasado se conjuga como WOKE y se traduce como desperté. Éste ha causado polémica desde hace unos años, sobre todo en la Unión Americana. Al principio cuando se popularizó el lema estar WOKE fue entre los afrodescendientes y querían decir estar alerta ante la injusticia racial, que sufría esa comunidad y, era una forma de protesta ante la discriminación por ser negro, lo cual estaba bien; prueba de ello fueron los derechos civiles que logró Martin Luther King hace 60 años.
El término volvió a resurgir hace relativamente poco tiempo, ésta vez se empezó a usar más allá del rechazo por ser negro. Ahora también ser WOKE incluye estar en la izquierda del espectro político, el feminismo, la defensa del movimiento LGBT, el derecho al aborto, el uso de pronombres de género neutro tales como elle en lugar de ella o él, magistrade en vez de magistrada o magistrado; además de cerrar puertas a conversaciones que puedan ser susceptibles de ofensas para algunos grupos, cancelando con esa equivocada actitud, el derecho que tiene todo mundo de disentir, de no estar de acuerdo con los planteamientos de la cultura WOKE.
La oposición al movimiento WOKE -que aquí en México es más conocido con el término de decir lo políticamente correcto o también con inclucionismo- cuestionan sobre todo los métodos represivos que utilizan para fijarse y cuidar las palabras de quienes comentan algo, que se pueda interpretar como anti izquierda, o que supongan ellos -los WOKE- que lleven ideas misóginas, anti aborto, homofóbicas o racistas.
Lo peor de todo es que se está llevando hasta el punto de ejercer una práctica de linchamiento, de cancelación contra las personas que piensan distinto; reflejado en los hechos en un boicot social, que habitualmente se hace en las redes sociales, dirigido a gentes que dijeron algo que para los wokeros es intolerable.
Este tipo de censura a la libertad de opinión, atenta precisamente contra la libertad de expresión y, nos puede convertir en un pueblo de fanáticos, perdiendo el valor de la tolerancia, éste es uno de los valores donde se apoya la democracia y la democracia implica respetar las creencias e ideas de los demás, que es muy bueno para la convivencia en sociedad, fomentando la cultura de la paz.
*Las opiniones expresadas en este texto de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a CN COLIMANOTICIAS.