TAREA PÚBLICA

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EL PRI EN SU LABERINTO

Por: Carlos Orozco Galeana

En Colima hay un muertito que algunos dudan en cargar hasta hoy y es porque, como se sabe, a las pocas horas  suelen apestar y todo mundo les saca la vuelta. Han pasado 45 días desde las elecciones y no hay atisbo de que alguien en el PRI  se interese, salvo Rogelio Rueda que dijo a los medios ocuparse  por su destino,   por rezarle un rosario o publicar una esquela de consolación a este  poderoso partido político que está todavía en estado de shock. Fue tan especial el motivo que lo llevó a  su condición actual, que terminó impactando a su comunidad dejándola pasmada. Pero su crisis puede ser aparente, ya movió la colita con motivo  del cierre de filas a la que convocó Peña Nieto en el banderazo de salida para su renovación nacional.

Un gran número de competidores bajo sus siglas que mordieron el polvo en Colima porque en esencia fueron malos candidatos, dice que ellos no perdieron sino el PRI. Si Chucha.  Las derrotas personales de unos y otros se las cargan a este partido que, hablando claro, renunció  hace tiempo a modernizarse, a ser un partido democrático, proactivo;  enmudeció frente al poder y  ante militantes obedientes que ni viendo el tornado amenazador se hincaban para rezar al menos.

Hay  incluso  quienes ganaron en la elección pasada y comentan los muy graciosos  que lo hicieron a pesar de él.  O sea, el PRI no sirve para nada. Ya se sabe que la victoria tiene muchos padres y las derrotas son huérfanas, y es por ello que todavía nadie se atreve a dar la cara ahí para explicar qué fue lo que ocurrió. No se trata de identificar culpables, sino de saber las causas de la derrota. Pero reina el silencio.

Tiene que venir una ingeniería que restablezca y organice sus estructuras, que cada priísta se sienta cómodo en su partido, que participe  y coopere con alegría, que se perdió;  que la democracia interna funcione, que los militantes sean respetados y no avasallados por los de arriba, que se haga a un lado a los compadres y amigotes, a los falsos liderazgos populares en colonias y barrios y que finalmente, ante el 2018, se incorpore una generación nueva.

El PRI, si quiere seguir gobernando,  tiene que modernizarse y ser independiente y autónomo, con libertad de actuar y fijar su propio rumbo. Otra visión   distinta a esta no le servirá de mucho hacia la competencia del 2018 ni hacia un posicionamiento nuevo que los militantes le están exigiendo y que la sociedad consideraría como  necesario, pues chueco o derecho los gobernantes surgen de él y de los demás organismos partidistas, como ocurre precisamente con el PAN que le ganó diputaciones y alcaldías al por mayor recientemente. Al PAN se le exigirá mucho también, porque mucho ganó.  Si al PRI se le exige lo que planteo y se le critica su apatía, al PAN, su competidor más fuerte, se le reprocha también su caudillismo preciadista, su renuencia a no aceptar las derrotas,  solo las victorias, y sus prácticas internas inconvenientes propia de caníbales.

Si finalmente Ignacio Peralta es ratificado como gobernador por el Tribunal Electoral federal, tendrá que intervenir en su partido lo más pronto posible para reestructurarlo. El tiempo pasa volando y hay mucho que hacer luego del  7 de junio. ¿Hay  políticos valiosos  entre su militancia capaz   de realizar tan difícil encomienda, de operar el cambio requerido y jugar a campo abierto, a ser creíble  ante una sociedad que ya no se chupa el dedo y es más crítica que nunca? Bueno, ahí está queriendo  Rueda Sánchez, quien ha tenido un desempeño público acertado antes y después de la elección.

Se requiere pues un PRI crítico y auto crítico, sin complacencias ni temores, oportuno y creíble en sus posicionamientos. Y también una oposición combativa. El tricolor se la pasó muy cómodo los últimos años y renunció a ser un partido verdadero.  Si IPS es ratificado por el TEJF, como pienso que así será, labor ardua tendrá enfrente no solo del presunto gobierno que encabezaría, sino la de restaurar al tricolor y operar ante un congreso local empanizado que querrá cobrar viejas afrentas y construir un liderazgo político capaz de avasallar a su rival en las elecciones siguientes y borrarlo del mapa, si se puede,  en 2018. Al menos esa será la apuesta del PAN.