TAREA PÚBLICA

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GOBERNAR CON HONRADEZ

Por: Carlos Orozco Galeana

La honestidad es mejor que toda política: Kant

Cuando el candidato priista a gobernador por el PRI, Ignacio Peralta, se presentó por primera vez en una asamblea ganó muchas simpatías al decir  que en su gobierno no permitiría que funcionarios públicos violentaran las leyes y se enriquecieran mediante al tráfico de influencias a lo largo de un sexenio, “ya que la sociedad está cansada de la corrupción”. La semana pasada, nuevamente, pero ahora en El Universal, reveló que “sería muy estricto” ante ese fenómeno social que deshonra la política y daña a todos.

Ser estricto frente a esa realidad es correcto, es menester cerrarle desde el principio el camino a los que piensan, al iniciar un sexenio, “que  ya la hicieron” nada más por ingresar a un cargo en el que se podría hacer cosas sucias como amasar fortunas, por ejemplo. Es importante obligar a las contralorías a que hagan bien su chamba e impidan  las triquiñuelas  cuando están de por medio los recursos del estado. Y qué mejor que comenzar las tareas  con una plantilla de funcionarios honrados. Es mejor prevenir que contar los daños causados por las malas conductas.

Los ciudadanos piden en  distintos medios que se predique con el ejemplo desde el poder, no solo aplicar  la justicia  “ en los bueyes de mi compadre”, sino que se corresponda este compromiso con un testimonio de rectitud. Los gobernadores y los servidores públicos en general no solo deben ser honrados, sino también parecerlo, decía  el hombre íntegro que fue don Carlos de la Madrid Virgen a quien muchos recordamos por ello.

La sociedad exige  que sus gobernantes tengan conciencia recta y actúen con ética  y apego a la justicia y la verdad, que sean honrados cabalmente y consideren sagrado el patrimonio puesto en sus manos y que lo cuiden, porque es de la comunidad, no suyo; ha de haber respeto absoluto a los dineros públicos, y rendirse cuentas claras para que florezca la confianza y haya armonía social.

Debe saberse cómo evoluciona el patrimonio de los funcionarios  año tras año, no solo en qué situación está cuando comienzan un encargo y cuando terminan; y sobre todo, se exige que el Estado haga acopio de mecanismos legales para averiguar si en medio de tanto trámite no aparece la figura del presta nombre o la práctica del lavado de dinero, porque estos subterfugios son los instrumentos predilectos de los transgresores de cuello blanco.

Por la corrupción galopante la gente ha perdido la confianza en la clase política. El  25 de mayo, Ciro Gómez   Leyva se preguntó por qué   ganará el PRI las elecciones siguientes si hay un severo desgaste  de EPN y una crisis económica que golpea a los trabajadores. Lo que me viene a la mente primero es que los mexicanos quedamos  hastiados de los doce años de gobiernos panistas, de Vicente y Martha y de sus hijastros,  coyotes de Pemex, así como del autoritarismo y los excesos de Felipe Calderón – en Pemex también – y su esposa Margarita, la encargada de engordar el cochinito de los dineros de su familia.

Los dos ex presidentes panistas fallaron a la nación. Calderón declaró la guerra a los narcos y manchó de sangre miles de hogares con sus desaciertos; no quiso saber de estrategias o inteligencias, sino que ordenó la aniquilación de capos y secuaces sin que le importara la vida de inocentes. Por su parte, Fox aprovechó dinero público para embellecer su rancho San Cristóbal y dejó robar a los hijos de su segunda esposa, Martha.  Y hasta aquí con este par.

Ignacio Peralta, quien según el Universal tiene 3 puntos de ventaja y según el  PRI  9, sobre su más cercano contendiente, tiene un gran compromiso si gana la elección: gobernar con honradez, ser fiel a la conciencia del deber contraído con todos. La mayoría de la gente cree en él porque es un servidor público distinto, con antecedentes limpios,  un joven que no se habría de corromper aunque tenga frente a si o le enseñen la zanahoria de la pudrición.  Que así sea.

Tendrá que separar el trigo bueno de la cizaña. Ya le sobran aduladores que persiguen fines ajenos al servicio público; no es un recién nacido para ignorarlo, de ahí que tendría  que  fijar reglas para que no haya confusiones entre la tropa y los grupos de interés.  La pregunta que flota en el ambiente es hasta dónde llegaría Ignacio en la lucha contra la corrupción.