TAREA PÚBLICA

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Plurinominales, la ofensa

Por: Carlos Orozco Galeana

Los medios registran con frecuencia la animadversión popular respecto a los representantes por la vía plurinominal, pues siendo esta un acceso legal al poder y una buena fórmula para atemperar la sobre y la subrepresentación, acabó desfigurándose como muchas otras instancias o instituciones que nacieron para balancear mejor la política en el país.

En uno de sus análisis, José Woldenberg, ex del IFE, ahora INE, dijo que los pluris nacieron un buen día de 1977 por efecto de una reforma y que sería negativo insistir en su desaparición porque representan un equilibrio político necesario.

Tal vez así sea, lo que se corrompió fue y es la forma de integrarla. Si fueran los pluris gente seleccionada por sus altos valores cívicos, por su honradez, aceptación social, capacidades o experiencias de servicio a favor de los demás, no habría problema. Saltaríamos de gusto porque tendríamos en ellos a personas respetables,   generadoras del bien que tanto se requiere y tan escaso como propósito de los que sirven desde el poder. Pero no, ¡calabazas!

A la gente le molesta, fundamentalmente, que accedan a ese perfil, por ese medio, personas sin merecimientos y aún de baja calaña. Las circunscripciones están integradas por gente afín a los del poder y a intereses que no son comunitarios. Esta es la pura verdad.

Y vaya que sus servicios nos cuestan un dineral sin que sus tareas sean benéficas para la sociedad; son para su partido. Cada diputado plurinominal, o no, cuesta mensualmente a los contribuyentes  160 mil pesos mensuales más otros 60 o 70 mil pesos para “gastos en atenciones de carácter social y una pléyade de ayudantes”. Si tienen unan comisión, la suma se eleva.     ¿Y cuáles son sus rendimientos?

En la actual legislatura, 132 diputados no presentaron ninguna iniciativa y solo seis de ellos cumplieron con las 170 sesiones. Mientras tanto, un diputado que sí trabajó, Ricardo Monreal, presentó 127 iniciativas ¡Récord! Un colimense se destacó: el senador Mario Delgado presentó 57 iniciativas, pero ¡ninguna de su autoría!

Pero como la república no puede prescindir de los próceres en el congreso, hasta Marcelo Ebrad, sospechoso de enriquecimiento ilícito aunque explicable en la construcción de la Línea 12 del Metro, recibió cobijo de otro prócer, Dante Delgado, dueño de la franquicia de Movimiento Ciudadano, que también se sacrificará por nosotros tres años más en el congreso federal.

Y así por el estilo, ningún partido se queda con ganas de incorporar a personas afines a sus intereses, pero cuestionadas por muchas razones. Frivolidad, compadrazgo y practicidad son las fórmulas empleadas para integrar las circunscripciones de representación proporcional. Somos rehenes, pues, de una situación degradante que no podemos sacudirnos.

Los pluris no rinden cuentas a nadie porque no se les obliga, no hacen campaña, y la gente ni los reconoce. Invernan en los congresos, se toman selfies. Pura grilla es la que hacen. Quedan bien con su partido, como dije, y mal con las comunidades a las que dizque representan. Son alfiles de los poderosos en turno. Y en los congresos locales, la situación se reproduce.

Es tiempo de pensar hasta qué punto son útiles los pluris para generar equilibrio y qué tanto es el daño que hacen por cuidar intereses que no son los de la mayoría.

El ciudadano común ha de examinar, en plena competencia electoral,  a qué personas integran los partidos en sus fórmulas para la representación proporcional, porque se dará cuenta de si hay interés en un ejercicio político de su parte a favor de los intereses ciudadanos, ya que las experiencias negativas son bastantes y en muchos casos la gente ha de soportar a advenedizos o verdaderos trúhanes durante tres largos años, o seis en el caso de los senadores pluris.

Si se quiere mejorar la política, ha de incorporarse gente profesional, de vocación de servir en las fórmulas pluris, que aporte a la fecundación del bien, que tenga deseos de servir a todos y no solo a los poderosos.