TAREA PÚBLICA

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Congreso de familia

Por: Carlos Orozco Galeana

Tuve la fortuna de asistir la semana pasada al Congreso Internacional de Familia que organizó el DIF nacional y   del que fue sede Colima, al cual asistió un buen número de ponentes de varios países y de México que expusieron  temas del máximo interés social. Por cierto, magnífica cooperación del DIF estatal, que atendió diligentemente a todos los asistentes.

Tiempo faltó, al final de cada una de las comparecencias, para que los académicos,  investigadores en su mayoría, satisficieran todas las preguntas que el público hizo. Hubo tal interés en el congreso que durante los tres días del evento las 600 butacas permanecieron ocupadas, lo que da una idea de la importancia que despertó  la noción de familia como institución básica de la sociedad.

Una crítica que permeó fue la de la necesidad de que el Estado aplique con responsabilidad políticas familiares, no solamente políticas sociales, esto es que la familia ha de ser el objetivo central de las acciones del gobierno, puesto que los efectos de no hacerlo ya se están viendo no solo en México sino en toda América Latina : delincuencia al máximo nivel, divorcios a la carta, abortos como si las mujeres fueran a tirar cualquier desecho y no un ser humano, consumo desenfrenado de alcohol   y otras drogas por parte de los jóvenes, productividad social a la baja, desintegración familiar, poca participación ciudadana, narcotráfico, etc.

Cuando hace días leí algunas notas informativas relacionadas con el segundo informe de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, me percaté que  no se habló  de las familias ni de su rezago en el contexto actual. Mucho se habló, en cambio, de reformas y leyes, de productividad y competitividad, de transformación, crecimiento y leyes secundarias, pero no se supo de algún compromiso concreto del Estado para recuperar la esencia de las familias, para que vuelvan a ser la cuna del amor, para que allí se produzcan los mejores ciudadanos, para que la educación no solamente sea para niños y jóvenes sino también para los adultos, que  estamos fallando en la conducción de los hogares porque no queremos que nadie nos saque del confort.

Entre los temas del congreso, se destacó el esfuerzo que los países hacen en materia de política social en nuestra América, pero es evidente que persiste una “crisis de cuidado” y la falta de conciliación entre familia y trabajo, lo que hace vital el fomento de la corresponsabilidad de la vida familiar con lo laboral. México  invierte para atender a su población vulnerable en aspectos de facilitación para la inserción de  mujeres al aparato productivo mediante el cuidado de los hijos a cargo de instituciones del estado, pero las licencias deben extenderse a los varones. Chile y Ecuador prevén en sus constituciones su obligación  en este sentido.

Pero es evidente que la solución a los males de la familia no ha de venir de fuera sino de dentro, de ella misma. Las familias  pueden prosperar si multiplican el esfuerzo, comparten compromisos y tienen acceso a la educación. No hace mucho tiempo conocí a una familia nayarita  cuyos padres, de ser prácticamente obreros semi especializados, transitan ahora por universidades  estudiando maestría y doctorado. ¡Qué ejemplo para los hijos! La familia protege, da identidad y apoya, se dijo en el congreso.

Gran número de familias están  mal  porque muchos  papás tiramos por la borda el  proyecto   de formar un núcleo familiar donde reine el amor, la confianza, la comunicación, la dedicación del uno al otro, la solidaridad.   ¿A poco no es cierto que  el mal se ha instalado en muchos hogares por olvidarse los padres junto con los hijos de toda  práctica religiosa, sea cual sea su fundamento,  de la práctica de valores como la honradez, la justicia y otros más tan necesarios?  ¿Por qué no compartir las temáticas del congreso de familia en  colonias y barrios de nuestras ciudades y municipios, para que allí se conozca la realidad actual y contribuir así a organizar mejor a las familias y recuperar su esencia?