TAREA PÚBLICA

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LAS PERSONAS Y LAS COSAS

Por: Carlos Orozco Galeana

John Powell es  un escritor del que he sido lector porque combina conocimientos sobre teología – es padre jesuita – , psicología y psiquiatría   y hace reflexiones profundas y  sencillas sobre la doctrina cristiana. Así, suavecito, hila sus ideas y desmenuza la Palabra de Dios proclamándola sabiamente.

Powell contempla aspectos de los cuales uno llamó mi atención de entre muchos. Dice que Jesús predicó que donde están nuestros tesoros, ahí también estarán nuestros corazones. Entiende que hay que guardar el corazón para el amor y que lo demos solo a las personas y que nunca entreguemos el corazón a una cosa. Amar a las personas, usar las cosas, o más bien amar a las personas, no a las cosas.

Jesús supo y  sabe lo que hay  en el corazón humano. Lo demostró varias veces como cuando  llamó por su nombre a quienes ni siquiera había visto nunca, sorprendiéndolos. Es que no hay nada imposible  para Dios.  Jesús, al predicar el amor, sabía que este era el antídoto contra la maldad, el individualismo, la soberbia, el egoísmo y todos los males que aquejan al corazón de las personas cuando no reflejan el amor de Dios en sus actos y ni  para sí mismas.

¿ Es difícil poner por delante a Dios por sobre las cosas ?  Si, es complicado, nos asalta la necesidad de defender nuestra libertad. Muchos hay  como el granjero, atesoran sin saciarse jamás, sin saber  ni el día ni la hora en que hará presencia el Hijo de Dios en su gloria y todo terminará en esta vida. Hay que sentir pena por los que aman a las cosas por sobre Dios pues  son esclavos de la materia y no son libres.

Las personas que prefieren hacerse de cosas antes de dar amor, traicionan, mienten, arrebatan, meten zancadilla a cualquiera  que les estorba, no tienen escrúpulos, ni amigos,  y usan a las personas . . .  para tener más cosas.

Digo: ¿ para qué andar desbaratándonos por obtener esto o lo otro si al final nos iremos sin nada? No nos llevaremos ni casas ni autos ni joyas, ni negocios,  nada.

Tengo para mí que si tuviéramos amor en el corazón tendríamos una sociedad mejor, habría quizás pobreza pero no miseria. Tendríamos un pueblo más educado, empresarios humanitarios,  políticos rectos, servidores públicos entregados a su misión sin desviarse, familias unidas y progresistas. Habría gente más orientada a la consecución del bien.

Con amor, tendríamos jóvenes que sí se  respetarían a sí mismos y estarían más alejados de las drogas,  menos alejados de Dios y  próximos a la generosidad. Habría profesionistas menos ambiciosos  y deseosos de tener,  más comprometidos con la sociedad que los formó.  Habría menos divorcios y menos abortos. Más armonía y menos crímenes, más solidaridad, más autenticidad y menos hipocresía y soberbia en todos.

Si amamos a las personas y no a las cosas, como plantea Powell,  no pensaríamos  en poseer bienes ni  nos oprimirían los deseos por ellos. Las cosas no reinarían sobre nosotros, seríamos libres de su tiranía.

Un amigo me dijo que jamás ha visto que  detrás de un ataúd  vaya un remolque con todas las cosas que amaba el muerto y de las que fue propietario. Esto es lo peor para los enamorados de sus posesiones: no saben quién o quiénes gozarán de sus riquezas, ni lo pueden imaginar siquiera. Lo único cierto es que se irán con las manos vacías de este mundo. Como llegaron a él, desnudos.

Dígase entonces un sí a la vida en libertad, amemos mucho y no nos dejemos esclavizar por las cosas. Seamos libres. Seamos libres y seremos felices, sin ataduras, con una vida serena y menos complicada. El afán de poseer aniquila la libertad y forja las esclavitudes.