Médicas y médicos en las escuelas

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Por: Jonás Larios Deniz*

El Congreso Higiénico Pedagógico realizado en la ciudad de México en 1882, marcó el inicio oficial de la participación de los médicos en los asuntos escolares; cabe aclarar que el término es planteado en masculino porque no se aceptaron mujeres médicas en estas tareas. La higiene escolar era deficiente y en muchos casos paupérrima. Los escuelas eran casonas, iglesias, conventos, bodegas, etc., habilitadas para impartir clases, por lo que las condiciones de iluminación, ventilación y mobiliario resultaban dañinas para la salud de estudiantes y profesores. Fueron seis los temas que deliberaron los médicos y profesores asistentes al Congreso en cuestión: 1. ¿Qué condiciones higiénicas indispensables debe lle­nar una casa destinada para establecimiento de instrucción primaria? 2. ¿Cuál es el modelo del mobiliario escolar, que siendo económico, satisface mejor las exigencias de la higiene, y que por lo tanto debe preferirse? 3. ¿Qué condiciones deben tener los libros y demás úti­les para la instrucción a fin de que no alteren la salud de los niños? 4. ¿Cuál es el método de enseñanza que da mejor instrucción a los niños sin comprometer su salud? 5. ¿Cuál debe ser la distribución diaria de los trabajos escolares, según las diferentes edades de los educandos y qué ejercicios deben practicar para favorecer el desarrollo cor­poral? 6. ¿Qué precauciones deben tomarse en estos estableci­mientos, para evitar entre los niños la trasmisión de enfer­medades contagiosas? (Discurso de Ildefonso Velasco, Presidente del Consejo Superior de Salubridad. Memorias del primer Congreso Higiénico Pedagógico. Imprenta del Gobierno. Pág. 14). Los arreglos tardaron en llegar, pero, fueron el marco de referencia para que en el siglo XX las escuelas tuvieran edificios, métodos de enseñanza, horarios, mobiliario y hábitos de higiene que beneficiaron la calidad de salud de quienes asistían a ella. Lo anterior me permite respaldar la necesidad de acercar a las médicas y médicos a los centros escolares para resolver los problemas de salud más comúnes. De acuerdo con el sitio web www.medicina21.com, las enfermedades más frecuentes en la escuela son: pediculosis (piojos en la cabeza), resfriados, gastroenteritis (“gripe intestinal”), conjuntivitis (ojos rojos), amigdalitis (anginas), varicela y mononucleosis. En mi experiencia como docente, la situación que más alarma causa en los centros escolares es la pediculosis. Los docentes no están preparados y les queda poco tiempo para atender este problema, además, es difícil revisar las cabezas de los estudiantes sin que el resto se dé cuenta, siendo un motivo de vergüenza para quien resulte con infesta de piojos. La situación es preocupante porque se debe comunicar a las autoridades escolares cuando alguien tiene piojos y esto puede resultar humillante si no se realiza con tacto.

Ana María Carrillo señala que “la propuesta de los médicos del Congreso Higiénico Pedagógico (1882) de establecer una Inspección Médica e Higiénica de las Escuelas, se hizo realidad el 3 de julio de 1896. A partir de ese día, hubo inspectores médicos en las escuelas primarias del Distrito Federal y en los territorios sobre los que el Consejo Superior de Salubridad tenía jurisdicción (Tepic y Baja California) La práctica usual es que en los estados de la República se replicaran las medidas tomadas por las autoridades centrales, por supuesto, en la medida de las posibilidades que los gobiernos estatales tenían en esa época. Se estipularon como obligaciones de los médicos inspectores: cuidar, en las escuelas, la salud de los niños y las condiciones higiénicas del edificio, muebles y útiles; e informar a la Dirección General mensualmente, y en caso de urgencia en el acto, acerca de los resultados de las visitas que hicieren a las escuelas” (Ley reglamentaria de la instrucción obligatoria en el Distrito Federal y territorios de Tepic y Baja California, cap IX, art 80, Diario Oficial, México; 1896 junio 20., 1-3: 3; citado en Revista Mexicana de Pediatría, Vol. 66, Núm. 2, marzo-abril 1999).

Es posible que quienes tengan servicios de salud públicos, o más aún privados,  defiendan que no es necesario una inspectora o inspector médico permanente en las escuelas, pero hay tres motivos para dar a las escuelas de hoy este beneficio: 1. Hay familias que no cuentan con servicios de salud, o bien, recursos para adquirir medicamentos; por ejemplo, un champú para eliminar piojos, 2. Los docentes no tenemos preparación suficiente para identificar y menos aún atender enfermedades. La tercera razón es que la higiene escolar es amplia y compleja, por lo que merece ser vigilada por expertos. ¿Existirá alguna razón por la que médicas y médicos no deban participar de manera directa y permanente en la atención de la higiene escolar de las escuelas mexicanas?

 

 

*Profesor-investigador de la Universidad de Colima