CULTURALIA

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HEROÍSMO TRÁGICO CONTRA EL VICTORIOSO 

Por: Noé Guerra

Cuauhtémoc, Moctezuma, Hidalgo, Morelos, Aldama, Madero, Villa, Zapata, Carranza, son los nombres de los héroes nacionales que se replican en la mayoría de las calles principales, plazas y edificios públicos de nuestro país; en contraparte en ningún lugar o en muy pocos distantes y desconocidos se alude algún motivo importante en honor a los reyes católicos Isabel y Fernando, así como a Colón, Cortés, Carlos V, Mendoza, Nuño B. de Guzmán, Monteagudo, Iturbide, Guerrero, Santa Ana, Díaz, Obregón o Calles; lo que resulta raro y para mí difícil de comprender si vemos el hecho de que la heroicidad de un individuo parte de la premisa de que deberá ser ejemplo en todos los sentidos y expresiones para el resto y particularmente para las posteriores generaciones.

Aquí cabría preguntarse ¿Por qué los mexicanos honramos a los perdedores y no a quienes puestos en la fría balanza de los hechos efectivamente resultaron triunfadores y no solo eso, sino que su participación fue esencial en el devenir histórico y como de manera congruente y lógica, sin que por eso seamos copiones, sí lo hacen en otros lugares como de Europa, Asía, África y Norteamérica?

Abro con este preámbulo porque el lunes pasado entre otras actividades atendí la invitación de asistir a una charla ofrecida por mi amigo de años Rubén Pérez Anguiano, el exsecretario de Cultura y de Desarrollo Social en el Gobierno estatal y actual Coordinador de Asesores ahí mismo. La convocatoria corrió a cargo de Liderazgo Internacional, A.C., una agrupación sin fines de lucro que como materia básica busca el desarrollo de las habilidades oratorias como herramienta para el crecimiento personal y mejor desempeño profesional de sus integrantes, quienes sesionan, según entiendo, todos los lunes a las 19:30 horas en el auditorio del Museo Jorge Chávez Carrillo, al sur de la ciudad de Colima.

“Heroísmo trágico y heroísmo victorioso en el pensamiento mexicano” fue el tema que Rubén Pérez abordó y que versó precisamente sobre esa forma en la que los latinoamericanos y especialmente los mexicanos concebimos al heroísmo histórico, al reconocer y erigir como tales a individuos que en los hechos y bajo su propia circunstancia resultaron fracasados en su empresa, a los perdedores de su movimiento, a los derrotados en su campo; de tal manera que solo uno, del amplio panteón oficial, se salva por haber sido ganador y ser reconocido y ponderado institucional y popularmente como héroe nacional: Benito Juárez.

Una generalizada actitud derrotista que él asumió y coincido, como parte de una cultura arraigada por generaciones desde nuestra formación inicial y que en una muy malentendida humildad no nos permite concebirnos ganadores, exitosos y merecedores de lo bueno que nos pueda acontecer en cada circunstancia de vida y lo ejemplificó con el leguaje en diminutivo que tanto socorremos o los eufemismos a los que de ordinario recurrimos para decir una cosa con otra.

Lo que ilustró con lo de “Colima, Capital Americana de la Cultura”, distinción que muchos colimenses oriundos y otros avecindados objetaron con el descrédito comparando lo que somos y que hemos sido con otras localidades por su arquitectura o algún elemento turístico, incluso comercial, sin permitirse entender que la denominación tiene alcances mucho más profundos y que además del entorno natural o aparente hablan y nos remiten al pasado que hemos heredado, que nos une e identifica dentro de nuestra pluralidad de colimenses y mexicanos, como sí lo entienden y ponderan en otras latitudes. Tal como lo apuntó Pérez Anguiano, según reconoció, a partir de una lectura hecha a Luis González de Alba.

Para finalizar el ponente hizo un exhorto para que vayamos cambiando esa vocación por la derrota, esa proclividad al fracaso y para que admirando lo realmente admirable en vez de pasárnosla condoliendo y justificándonos con el “ya merito” del mexicano y las periódicas tragedias políticas y futboleras, nos rebelemos y mostremos de qué estamos hechos tomando como paradigma las figuras del explorador, el valeroso, el conquistador, el fundador, el conciliador, el visionario, el estabilizador y la del ganador que también llevamos en nuestra genética y sangre mestiza, tomando una eventual condición de éxito como la consecuencia lógica de un proceso formativo y aspiracional, más que de una intención o actitud espontánea. ¡Empecemos pues y desde lo individual labremos en el cotidiano nuestros éxitos, reconociéndonos en los verdaderos triunfadores!