CULTURALIA

0

COSAS DE LA REVOLUFIA

Por: Noé Guerra

Este mes de noviembre lo despediré con algunos pasajes novedosos del periodo de la llamada Revolución mexicana, algunos de los cuales, entre otros, vienen contenidos en el “Anecdotario insólito de la historia mexicana” del historiador mexicano Alejandro Rosas Robles, editado por el Conaculta en el 2008. Versiones del autor que me permití enriquecer con imágenes y algunos elementos históricos de mi dominio. Espero sean de su agrado.

Para la historia del Mundo. Era el principio de la aviación en nuestro país. La gente sorprendida y preocupada se arremolinaba expectante allá por los llamados Llanos de Balbuena, actual Delegación Venustiano Carranza, en la ciudad de México aquella mañana del 30 de noviembre de 1911, no era para menos, el recién estrenado Presidente Madero se disponía a abordar un aeroplano y volar en él sobre la ciudad, lo que hizo durante cuatro minutos, obvio sin ninguna seguridad, acompañaba solo al Piloto, un norteamericano de apellido Diyot. Al detenerse el armatoste ambos fueron recibidos con júbilo y felicitados por la muchedumbre que veía a los hombres como verdaderos héroes. De esta manera Francisco Ignacio Madero González fue el primer Presidente de un país en volar en avión en la historia del Mundo.

Domingo de resurrección. El 22 de febrero de 1913 Madero, junto con Pino Suárez, fue ultimado en el traspatio del Palacio de Lecumberri, entonces Penitenciaria de la ciudad de México, actual sede del Archivo General de la Nación. Francisco I. Madero, uno de los varios Presidentes que en su historia ha tenido nuestro país con gustos esotéricos, él era espiritista y precisamente fue esa práctica la que con su homicidio generó un ambiente místico, tan así, que con la cercanía de Semana Santa mucha gente, la mayoría analfabeta, esperaba que Madero resucitara. En el Panteón francés decenas de arreglos florales y otros motivos anunciaban su regreso. El cementerio tuvo que ser resguardado por la policía ante el temor de que fuera exhumado. Llegó el “domingo de resurrección” y, como era de esperarse, nada pasó, sin embargo sus seguidores afirmaron que sí, que Madero había resucitado en la conciencia nacional.

Primer combate aeronaval en el Mundo. En lo que pudiéramos llamar la segunda etapa de la guerra civil llamada “Revolución Mexicana”, la que varios caudillos enderezaron contra el Presidente Huerta en marzo de 1913, los pilotos Gustavo Salinas Carmiña y Alberto Salinas Carranza, primos entre sí y sobrinos de Venustiano Carranza a quien le vendieron la idea de que los rebeldes que él lideraba usaran aviones. Carranza, de inmediato se hizo de unos biplanos. Gustavo fue enviado con la guerrilla del noreste, cuyo jefe, Álvaro Obregón, un visionario de la guerra, buscó aprovecharlos. En Topolobampo, Sinaloa, comisionó a Gustavo el 14 de abril de 1914 para que hiciera el primer bombardeo aéreo registrado en la historia de México. Durante hora y media, a una altura de cuatro mil pies Salinas estuvo arrojándole bombas al buque “Guerrero” del ejército mexicano.

Así, la primera página de la aviación mexicana fue escrita en el ensangrentado telón de fondo de la fratricida e inconclusa Revolución Mexicana.

Nomenclatura amenazante. Antes muchos la transitamos en carro y de unos años para acá la hemos caminado, es esa calle, la Madero, desde el 18 de octubre del año 2010 concurrido Andador del centro de la ciudad de México, trayecto que durante siglos fue conocida con diferentes nombres, imponiéndose el de San Francisco, esto, por haber sido la sede en su primer tramo del convento de esa orden, y que continuaba en la manzana siguiente con la conocida como Plateros, por los tantos joyeros que ahí trabajaban la plata del bajío novohispano. Fue el 8 de diciembre de 1914 cuando Pancho Villa, al arribar a la ciudad de México, sin mediar palabra y al frente de su tropa se apersonó en la esquina de las calles de San Francisco e Isabel la Católica, para ahí, bajando de su “siete leguas”, pedir una escalera que de la nada salió, se trepó en ella, arrancó la placa con la anterior nomenclatura (“calle de San Francisco”) y la sustituyó por la que él llevaba con el nombre de: “Francisco I. Madero”. Para asegurarse de que nadie la cambiaría, desenfundó su pistola dirigiéndola a los cientos de mirones que sorprendidos lo veían, para luego soltar una resonante amenaza que aún parece retumbar: ¡Juro acabar con aquel que se atreva a quitarla! Desde entonces esta calle, ahora Andador, lleva el nombre de Madero.